Por un lado, seamos sinceros: tuve suerte. Un sábado a la noche me enteré que tenía que mudarme, y el martes siguiente conseguí departamento. Repetimos: tuve suerte.
Por otro, sigamos siendo sinceros: la alegría me pone boluda. Y cuando me pongo boluda, digo estupideces que me llevan por un camino terrible. Enseguida tomo confianza, y creo que todos tienen el mismo sentido del humor que yo. Que, naturalmente, saben que no hablo en serio, que digo pavadas y hago chistes de mal gusto y desubicados el 90% del día. Creo que todos manejan el mismo nivel lingüístico que yo. Me olvido que, con cierta gente, no hay que hacer chistes. Que no hay que ser inoportuna, que hay que tener un mínimo de seriedad. Hoy, cuando mi locador (a quien apenas conozco) me mandó el contrato, tuve un pico de boludez. Un pico casi inverosimil del que va a ser difícil volver. Un pico que, seguramente, tendrá consecuencias drásticas: tener que ir a vivir debajo de un puente o, lo que es peor, tener que volver a la casa de mis padres.
From: locador@simerompéseldeptotemato.com
To: ramera@soyunadesubicada.com
Te mando el contrato, leelo y decime si está ok.
From: ramera@soyunadesubicada.com
To: locador@simerompéseldeptotemato.com
Está perfecto. Cuando me das las llaves firmamos, rompemos una botella contra la pared para bautizarlo, destrozamos todo para festejar y quemamos las cortinas para implorarle al dios del fuego que me otorgue felicidad en tu departamento. Después hago un fiestón: estás invitado.
Nunca me respondió. Espero que haya comprendido que se trató de uno de los peores y desubicados chistes que hice en toda mi vida.
Por otro, sigamos siendo sinceros: la alegría me pone boluda. Y cuando me pongo boluda, digo estupideces que me llevan por un camino terrible. Enseguida tomo confianza, y creo que todos tienen el mismo sentido del humor que yo. Que, naturalmente, saben que no hablo en serio, que digo pavadas y hago chistes de mal gusto y desubicados el 90% del día. Creo que todos manejan el mismo nivel lingüístico que yo. Me olvido que, con cierta gente, no hay que hacer chistes. Que no hay que ser inoportuna, que hay que tener un mínimo de seriedad. Hoy, cuando mi locador (a quien apenas conozco) me mandó el contrato, tuve un pico de boludez. Un pico casi inverosimil del que va a ser difícil volver. Un pico que, seguramente, tendrá consecuencias drásticas: tener que ir a vivir debajo de un puente o, lo que es peor, tener que volver a la casa de mis padres.
From: locador@simerompéseldeptotemato.com
To: ramera@soyunadesubicada.com
Te mando el contrato, leelo y decime si está ok.
From: ramera@soyunadesubicada.com
To: locador@simerompéseldeptotemato.com
Está perfecto. Cuando me das las llaves firmamos, rompemos una botella contra la pared para bautizarlo, destrozamos todo para festejar y quemamos las cortinas para implorarle al dios del fuego que me otorgue felicidad en tu departamento. Después hago un fiestón: estás invitado.
Nunca me respondió. Espero que haya comprendido que se trató de uno de los peores y desubicados chistes que hice en toda mi vida.