Primero, pongámonos en situación.
Es jueves. Son las doce y media de la noche (aquí el que quiera puede decir que ya era viernes, me da igual). Visto un pijama espantoso (digno de la vida de soltera), y estoy acostada en la cama leyendo un libro (Villa Celina, de Juan Diego Incardona, altamente recomendable). Escucho Aspen (soy fanática de Aspen, lo confieso mientras de autoflagelo). El señor que vive conmigo está de viaje (y no me ha llamado en cinco días, pero esa es otra historia).
Suena el teléfono.
Pausa. A la tarde había venido una amiga a casa. Tenía una cita por la noche, así que estaba segura que la del teléfono era ella y que algo había salido mal (era temprano para terminar una cita tan esperada).
Yo, entre la tara que me había agarrado (que no me permitía ni putear ni cortar), y la cucaracha que veía a lo lejos caminar, temblaba como una hoja en otoño y transpiraba como un jugador de fútbol.
Corté y me puse a llorar, obvio. Al ratito me recompuse del llanto, aunque seguía transpirada y temblando como nunca. Revisé que estuviera todo cerrado, me acosté en la cama y me tapé. Tenía un miedo tremendo, así que prendí la tele para despejarme un rato. ¡Aleluya! La solución a mis problemas estaba ahí: Narda Lepes cocinando con Kevin Johansen. Ver a dos fetiches juntos, dándose de comer el uno al otro, no sólo me hizo dejar de temblar, sino que además me proporcionó unos hermosos sueños.
Y a vos, llamador nocturno, te digo: ¡Zoquete! ¡Andá a telefonear a otra!
pd: agradezco a mi amiga Gi, que me llamó por teléfono y me dijo "no es nada, no es nada" hasta que dejé de llorar.
Es jueves. Son las doce y media de la noche (aquí el que quiera puede decir que ya era viernes, me da igual). Visto un pijama espantoso (digno de la vida de soltera), y estoy acostada en la cama leyendo un libro (Villa Celina, de Juan Diego Incardona, altamente recomendable). Escucho Aspen (soy fanática de Aspen, lo confieso mientras de autoflagelo). El señor que vive conmigo está de viaje (y no me ha llamado en cinco días, pero esa es otra historia).
Suena el teléfono.
Pausa. A la tarde había venido una amiga a casa. Tenía una cita por la noche, así que estaba segura que la del teléfono era ella y que algo había salido mal (era temprano para terminar una cita tan esperada).
M (Una Ramera)
¿Hola?
Una voz en el teléfono (susurrando)
Hooollaaaaa.
M (Una Ramera)
¿Quién habla?
Una voz en el teléfono (susurrando)
¿Cómo? ¿No sabés quién habla?
Yo te conozco, y quiero una novia linda
como vos...
M (Una Ramera) (emulando a Mamá Cora)
¿Quién es?
Una voz en el teléfono (susurrando)
Alguien que quiere ser tu novio.
¿Querés ser mi novia linda?
¿Todavía no adivinaste quién soy?
¿Hola?
Una voz en el teléfono (susurrando)
Hooollaaaaa.
M (Una Ramera)
¿Quién habla?
Una voz en el teléfono (susurrando)
¿Cómo? ¿No sabés quién habla?
Yo te conozco, y quiero una novia linda
como vos...
M (Una Ramera) (emulando a Mamá Cora)
¿Quién es?
Una voz en el teléfono (susurrando)
Alguien que quiere ser tu novio.
¿Querés ser mi novia linda?
¿Todavía no adivinaste quién soy?
Yo, entre la tara que me había agarrado (que no me permitía ni putear ni cortar), y la cucaracha que veía a lo lejos caminar, temblaba como una hoja en otoño y transpiraba como un jugador de fútbol.
Una voz en el teléfono (susurrando)
Hagamos así.
Pensá unos días qiuén soy
y te vuelvo a llamar.
Hagamos así.
Pensá unos días qiuén soy
y te vuelvo a llamar.
Corté y me puse a llorar, obvio. Al ratito me recompuse del llanto, aunque seguía transpirada y temblando como nunca. Revisé que estuviera todo cerrado, me acosté en la cama y me tapé. Tenía un miedo tremendo, así que prendí la tele para despejarme un rato. ¡Aleluya! La solución a mis problemas estaba ahí: Narda Lepes cocinando con Kevin Johansen. Ver a dos fetiches juntos, dándose de comer el uno al otro, no sólo me hizo dejar de temblar, sino que además me proporcionó unos hermosos sueños.
Y a vos, llamador nocturno, te digo: ¡Zoquete! ¡Andá a telefonear a otra!
pd: agradezco a mi amiga Gi, que me llamó por teléfono y me dijo "no es nada, no es nada" hasta que dejé de llorar.