Pareciera que a medida que uno crece va adquiriendo ciertas costumbres odiosas, que llegan a su pico en la vejez. Una de ellas, la que me pone los pelos de punta, es hablar con cualquiera en la cola del banco. Por eso mismo, y porque pese a todo yo en la vida cotidiana soy una persona ubicada, es que en las colas de los bancos me la paso mirando al piso con tal de esquivar la mirada del geronte que tengo delante. Los gerontes charletas de la cola tienen un método: suspiran una o dos veces, luego empiezan a bufar, estiran el cogote mirando cuánta gente tienen delante, lanzan alguna consideración al aire que siempre incluye un fastidioso "así estamos" y por último empiezan a buscar con la mirada algún cómplice. Es aquí donde hay que tener mucho cuidado. Ni bien sus ojos se cruzan con los tuyos, estás atrapado. Y eso, lamentablemente, fue lo que me ocurrió ayer por la mañana.
Señora charleta: Esto es tremendo.
M: Ajá.
Señora charleta: Porque así estamos. Yo soy una señora mayor, no puedo andar perdiendo el tiempo así.
M: Ajá.
Señora charleta: Se creen que uno tiene el día libre. Si supieran...
M: ¿Si supieran qué?
Señora charleta: Todo lo que una tiene que hacer.
M: Ajá.
Señora charleta: Sos un poquito maleducada. Te estoy hablando y mirás al piso.
M: Perdón. Me decía que tiene mucho que hacer. Cuénteme, por favor. Muero por saber.
Señora charleta: ...
Mientras la señora charleta trataba de hacer un inventario mental de las estupideces que tendría que hacer en el día, una de las cajeras sale de su puesto y desaparece tras una puerta.
Señora charleta: ¿Ves? Ahora se mete ahí y no sale mas. NO SALE MAS.
M: Tal vez fue al baño.
Señora charleta: ¿Pero vos trabajás acá que la defendés?
La cajera vuelve a aparecer, y camina hacia donde la vieja charleta y yo mantenemos esta cordial conversación. Cuando está al lado nuestro, la señora charleta la agarra del brazo.
Señora charleta: Escuchame una cosita querida. Hace diez minutos que estoy haciendo la cola. ¿Por qué no habilitan otra caja?
Cajera: Voy a buscar una carpeta allá y vuelvo a la caja señora. No se preocupe.
Señora charleta: Esto es cualquier cosa. Yo no puedo creer. Este país está lleno de vagos. Nosotros acá, perdiendo el tiempo, y vos yéndote.
Cajera: Ya vuelvo a la caja señora, no se preocupe.
Señora charleta: Claro, primero se fue a tomar un cafecito, ahora a llevar la carpeta, por qué no se va también a pasear al perro.
Cajera: Señora, no sea irrespetuosa. Aparte, ¿de qué cafecito me habla?
Señora charleta: No se haga la tonta. Yo vi que recién salió por ahí.
Cajera: Fui al baño, señora. Tengo derecho de ir al baño.
Señora charleta: Se hubiera aguantado.
Cajera: Tengo cagadera señora. ¿Hubiera preferido que la atendiera con olor a mierda encima?
Y ahí, mientras la señora charleta se retiraba ofendida del establecimiento, yo largué una carcajada feroz, y tuve unas ganas tremendas de abrazar a la cajera.