viernes, 29 de mayo de 2009

Panic room

Yo escuché este monólogo de una vieja en el colectivo y me di cuenta que no estamos avanzando, que a pesar de estar en 2009 seguimos escuchando burradas arcaicas y demodé, fabricándonos un estado de pánico que lo único que va a hacer, es dejarnos encerrados en un panic room, esperando que llegue el fin del mundo, alimentándonos los unos de los otros, y pensando que lo mejor, para sobrevivir, es morir.

"Es una chica linda, monísima, de ninguna manera puede salir sola a la calle. Aparte sus amigas toman cerveza, esto es un viva la pepa, en mi época estas cosas no pasaban. Yo le dije, porque aparte se le ocurrió ir a vivir sola, que en su casa tuviera todo cerrado: puertas, persianas, ventanas, cerraduras... es una locura que una mujer viva sola. Las mujeres tienen que formar familias. Si viven solas las pueden violar y matar..."

miércoles, 27 de mayo de 2009

Menú del día

Todos los días, mi compañerita la tontita, llama al local de delivery de comida para averiguar el menú del día. Después llama a los internos para que cada uno elija. No es una tarea para nada difícil, aunque con la boba ésta al mando, hasta un 2+2 puede convertirse en una ecuación imposible.

Hace algunos días escucho que llama por teléfono al local, y repite en voz alta uno de los platos: Ñoquis de batata con salsa rosa. Cuando escucho que corta, le grito desde mi oficina que a mi me pida eso. Y después me quedo, atenta, escuchando -chusmeando- qué van a pedir los demás. La boba empieza a llamar a los internos:

Llamado 1: "Hay ñoquis de calabaza con salsa"
Llamado 2: "Hay ñoquis de batata con salsa rosa"
Llamado 3: "Hay ñoquis con batata y salsa"
Llamado 4: "Hay ñoquis de batata con salsa, y rosas"

Le grito. "¿Vos sos conciente de que dijiste cualquier cosa?"
Y me responde, sueltita, despreocupada: "¿Yo? ¿Ahora qué hice?"

La voy a agarrar de las chuzas. Y no intenten detenerme.

domingo, 24 de mayo de 2009

Soy una persona con mucha, muchísima paciencia. De alguna manera, mi trabajo requiere que posea tolerancia al idiota argentino que por ser productor de basofias se cree Lawrence Bender.
En mi otro trabajo tengo una jefa. Es divina. Canchera, linda y simpática. Me paga bien y siempre a término. Me cuenta chismes de nuestro anterior trabajo compartido y siempe trae cosas ricas para la merienda. Pero como no es ninguna boluda, me contrató a mi para que soporte al peor de los especímenes de los medios: el productor que se cree mil.

Dentro de todos los vicios productoriles que tiene mi querido productor se encuentran:
  • Repitición incansable de palabras y expresiones: brainstorming, paisajismo, nuestro público, macintosh, digitalizar, deathline, slowmotion y, la preferida, keep it simple.
  • Emoción en situaciones absurdas. Ejemplo: Al encontrar un plano que describe exactamente lo que dice el locutor (APB, diría mi amigo Marquitos), el productor salta de la alegría, grita con su voz chillona de hijo sobreprotegido y te obliga a “ralentarlo” al 20% logrando así el plano más aburrido del mundo. Tarkovsky se revuelca en su tumba.
  • Delirios de Lawrence Bender. Se cree que es el mejor productor del universo, que nadie jamás hizo, hace o hará las maravillas que hace él. Ni siquiera nota que trabaja en una productora de medio pelo haciendo institucionales para una empresa que vende medicamentos que son promocionados en la trasnoche de Utilísima Satelital.
  • Delirios de Francisco Ford. Siente que si le ponen una cámara sobre su hombro haría las mejores películas de la historia. El problema es que todavía no encontró algún sanguango que quiera invertir en sus dellirios fílmicos. Escucharlo en los brutos de cámara es como darse con un látigo en la espalda cien años seguidos. Sentimos piedad por el camarógrafo que tiene que soportar, en vivo y en directo, su doloroso: “Chupala, chupala, chupala, chupala” cuando quiere pedir un zoom.
  • Lavado permanente de manos. Ya van dos que me echa la culpa a mi, humilde persona que se banca todos sus vicios y delirios estúpidos. Las dos veces tuvo que pedirme perdón casi de rodillas. Lo peor es que ve en mi su depositora de culpas ajenas: mientras tomamos mate en el render, me cuenta que el camarógrafo es un estúpido, que el ideólogo del proyecto no entiende nada de cine (lógicamente, pues de profesión es veterinario), que el asistente de producción es un pibito que recién empieza y no entiende una goma, que la de allá se tiñe de rubio todos los martes 13 y que éste que está mas acá es puto. No me imagino la cantidad de culpas que debo estar cargando a costas de él y su ignorancia.
  • Se jacta de haber trabajado en Badía y Compañía, o en alguna novela de Migré. No pierde oportunidad para contar sus nimias anécdotas de los años ´80, cuando trabajaba con Andrea del Boca o era amigo de Alfonsín. Siempre cuenta el día que conoció a Maradona. Cada vez que lo hace la anécdota varía de manera sustancial.
  • Siempre está de buen humor (es sabido que no se puede confiar ni querer a alguien que está siempre de buen humor).
Pero todas esas características son pavadas a la luz de la repetición de dos de las palabras mas feas del mundo: pietaje y enroque. El pietaje es un vocablo que se utiliza en la edición cinematográfica. Ya de por sí es una palabra fea, suena horrible y tiene un contacto instantáneo con el olor a pata. Lo peor es que la repite, mínimo, en dos de cada tres oraciones. La verbaliza, sustantiviza y adejtiviza. Le inventa familia de palabras y piensa que su talento cinematográfico crece kilómetros cada vez que la repite.

Y enroque... Así como pietaje, la palabra enroque suena mal y tiene nombre de deforme. Es mucho peor cuando la pronuncia él, que acentúa la letra "r" de manera sobrenatural, que con cada repetición uno siente que el mundo se apaga un poco más. Hacé un enroque, enrocala, enroqueátelas, enroquizalas. No para un minuto. No se detiene.

Hace algunas semanas yo estaba de mal humor, cansada y deprimida. Me estaba por venir y lo único que quería hacer era piyamear en casa. En cambio, tuve que soportar la palabra "enroque" no una, ni cien, sino mil veces en boca de mi querido productor. Pero en la mil uno, cuando sentía que le decía algo o lo asesinaba, abrí la boca: "D, por favor, callate la boca, o enroqueame ésta".

Por supuesto, D nunca entendió.

Tuve que matarlo.

No, mentira, pero el final me parecía un poco down.

viernes, 22 de mayo de 2009

Instintos asesinos

Me contó una amiga, que cerca de mi casa, en la plaza, todos los días a la misma hora, una señora belgranense saca a pasear a su chancho con correa. Muero de ganas de cruzármela, decirle que es una demente, robarle el chanchito y hacerme un asado mortal.

jueves, 21 de mayo de 2009

Volví. ¿Y ahora qué?

M: ¿Por qué volviste al blog?

Una Ramera: Porque si esperaba que se solucionaran mis quilombos me agarraba el fin del mundo.

M: Dale, ¿por qué volviste?

Una Ramera: Porque los extrañaba.

M: Explayate.

Una Ramera: Eso, los extrañaba. Aparte tengo acumulación de contenido en la cabeza y si no lo posteo se va a morir perdido entre mis neuronas.

M: Pero boluda, escribilos en Word.

Una Ramera: Me da fiaca. Igual tengo las ideas escritas. Pero tengo que apurarme porque son síntesis extremas que apelan a mi supuesta memoria, que en realidad no existe. Tengo una hoja que dice:
• La boluda- delivery- confusión
• Chancho- vecina- muero de ganas
• Colectivo- viejas chotas- vivir sola
• La boluda- contraseña

M: ¿Y qué vas a hacer con todas esas pelotudeces inentendibles?

Una Ramera: ¿Disfrazarme de alguno de los de Abba y grabarme cantando Chiquitita?

M: Perfecto.

martes, 19 de mayo de 2009

La evolución del alumnado

Siempre sostuve que el gremio docente había dejado de evolucionar cuando encontró las dos frases que expresarían mejor que nada su poder frente al alumnado:
• Gomez, a la dirección.
• Gomez, cuente de qué se ríe asi nos reímos todos, por favor.

Con esas dos frases el mundo entero de docentes había marcado territorio, plantado la bandera de la victoria, y dejado de innovar. Quiero decir: desde que tengo memoria existen esas dos frases, y nunca han sido renovadas. No hay docente que no las haya dicho, ni alumno que no las haya escuchado. Siempre me mofé de este carácter estancado que habían adquirido los docentes, e incluso me burlé de mi misma el día que me encontré diciéndole a un alumno: “Thomas, What´s so funny? Why don´t you share it with the rest of us so we can all laugh with you?”.

Aun asi, mi condición de eterna alumna, me permitió plantarme siempre del lado de los estudiantes, reivindicando siempre nuestro caracter innovador y permanente evolución a la hora del chiste escolar, o del comentario en clase. Nuestra picardía nunca nos jugó una mala pasada. Siempre pudimos estar un paso más allá de los docentes.

Sin embargo, y aquí me pongo seria de la indignación, el jueves pasado asistí a un espectáculo deprimente, del cual pude sacar la siguiente conclusión: los alumnos somos tan pelotudos y estancados como los docentes. No puedo defendernos mas, ni puedo reirnos de nuestros chistes, porque así como los docentes nos mandan a la dirección, nosotros seguimos haciendo y diciendo las mismas gansadas desde que estoy en cuarto grado. Y lo peor de todo, lo mas triste, lo que mas rabia me da, es que no lo hacemos por pícaros. Lo hacemos por estúpidos.

Estaba por empezar un parcial, y cuatro manos se levantan, ansiosas, con dudas en las puntas de la lengua. Entonces, escucho, y mi mueca de asombro crece con cada palabra:

1. Profe, ¿Las preguntas hay que contestarlas en el orden que vienen en el papel?
2. Profe, ¿Se puede usar hoja cuadriculada?
3. Profe, ¿Se puede tachar?
4. Seño, ¿Puedo hacer el parcial en lápiz y después pasarlo a tinta?

Pongámonos las pilas alumnos. Volvamos al sendero de la evolución y dejemos de preguntar siempre las mismas taradeces. Dale, no debe ser tan difícil.