Dedicado a mi amiga Lulú.Hace poco menos de una semana, una desgracia ocurrió en mi vida: mi amiga Lulú, compañera de la productora, sería reemplazada por otra. Pensé que el mundo se me caía encima: no es frecuente que logre lazos amistosos en el trabajo, y con Lulú habíamos adquirido una capacidad extraordinaria para criticar a los demás con sólo mirarnos, y yo había empezado a entender que el vegetarianismo no es tan grave como suena (esto último se traduce en: comí ensaladas durante varias semanas, y no morí).
Apenas llegó su reemplazo, supe que algo no andaría bien. Era un día caluroso, y ante mis ojos se paró una personita chiquitita, flaquita e insulsa. Esos son sólo detalles comparados con su indumentaria: estaba completamente vestida de negro. Y esto también es un nimio detalle, si consideramos lo crucial de la cuestión: estaba super recontra hiper mega archi maquillada. Y no, yo no confío en las mujeres que se maquillan demasiado.
Lulú, que es un angel de persona, primero me increpó y dijo:
"No te hagas amiga. Pero no la trates mal, porque mala no es". Y no. Lulú no se equivocaba. Precisamente, maldad no es lo que tiene mi nueva compañerita (que dicho sea de paso, es íntima amiga de
esta impresentable). Lo que tiene mi nueva compañerita, el verdadero problema, la verdadera causa por la que jamás seré su amiga es, básicamente, y para no dar mas rodeos, que
es una boluda full time.
No lo digo por decir. Ni tampoco lo digo porque se haya pedido para almorzar medio tomate y haya ingerido un cuarto. Lo digo porque es verdad. Lo digo porque el primer día que estuvo sola, sentada frente al teléfono, tuvo una inquietud que podría clasificarse como "particular" (por no decir idiota): cuando se quedó solita, llamó a su jefa al interno correspondiente (
su jefa, mi amiga, la inoperante) y le dijo, seria y acongojada:
"D: si tengo que ir al baño o estoy en el baño y suena el teléfono, ¿qué hago?".
Vale decir: tiene veinticinco años y es graduada universitaria.
La odisea recién comienza.