sábado, 31 de enero de 2009

No me banco

A los niños ricos que se la dan de marginales.

jueves, 29 de enero de 2009

Mi primera vez

Creo que nunca hablé de mi amiga Camila. Con mi amiga Camila nos conocimos cuando teníamos más o menos seis años. Vivíamos en el mismo edificio, con cinco pisos de diferencia. Como una pareja de ancianos, tenemos diferentes versiones sobre cómo nos conocimos. Ella dice que fue en el patio de Agostina (que también vivía en el edificio) y yo digo que fue en la vereda del edificio, donde todas las tardes de verano salíamos con nuestras madres a tomar el fresco.

Sin embargo, las dos coincidimos en algo: fue amor a primera vista. Desde aquella tarde calurosa en la que nos conocimos, nos volvimos culo y calzón. Vivir a un ascensor de treinta segundos nos facilitaba la amistad.

Cuando cumplimos doce años nos regalaron una bicicleta a cada una. Eran iguales, sólo que la mia era roja y la de ella plateada. A partir de ese día, tuvimos un verano de paseos en bicicleta ininterrumpidos. Salíamos a las dos de la tarde de la puerta del edificio, y volvíamos alrededor de las siete. Recorríamos los rincones más escondidos de Ramos Mejía, llevábamos sanguchitos para el camino, y cada dos por tres nos perdíamos.

Una tarde, habíamos parado en una esquina para descansar las piernas. Ahí estábamos, tentadas de la risa no me acuerdo por qué, cuando un auto frena cerca de la vereda y vemos que el vidrio se baja. Desde adentro, un señor medio gordito, se asoma, y pregunta: “¿Para ir a Liniers saben qué tengo que agarrar?”. Y yo carezco de sentido de la orientación, pero el camino a Liniers me lo conocía de memoria. Así que inflé el pecho y empecé a explicarle por dónde agarrar. En medio de la explicación, siento que Camila me codea una vez, no le doy bola, dos veces, no le doy bola, tres veces, y termino por mirarla. Cuando lo hago, me señala con los ojos y las cejas la entrepierna del gordito. Y ahí lo veo. Grande, achorizado, pelado, sacudido por la mano del rellenito. Nunca había visto una. Camila tampoco. Como soy muy educada me hago la boluda y sigo explicándole cómo llegar a Liniers. Pero mi cabeza alterna la mirada entre la chota y el gordito, la chota y el gordito. Hasta que pasa lo impensable. En una de las alternaciones de la mirada, quedo petrificada en el miembro del gordito, siento que me pongo toda pálida, y le vomito a través de la ventanilla. El gordito putea un poco, arranca rápido, y se va a la mierda, con el ganso al aire.

Camila y yo, nos tentamos de la risa.

miércoles, 28 de enero de 2009

De la vida cotidiana

Escena 01. Interior. Día (mañana). Habitación Ramera

Una Ramera está acostada mirando por el ventanal. El señor que vive con ella se le tira encima de manera violenta.

El Señor
Buen día corazón, hice café.

Una Ramera se da vuelta y se tapa la cabeza con la almohada.

El señor que vive con ella se levanta lentamente y mientras camina hacia la puerta de la habitación dice:

El señor
Hay que llamar a los de internet para ir a pagar la factura,
apareció caquita de rata de vuelta,
después habría que limpiarla.
Esta casa está hecha una mugre.
Habría que pasar la aspiradora.
Fijate después que se quemó la lamparita del pasillo.
¿La cambiás?.
Che, otra cosa, necesito la resolución 1888/08
del INCAA, ¿me la buscás?.
Y también la 1885/08.
Hoy podés cocinar unas milanesas, o algo así rico,
no tengo ganas de comer sanguchitos.
¿Querés que te haga la listita del super?
Hay que comprar un montón,
¿te podés encargar de estas cosas?

Una Ramera, ya levantada y mirando al señor que vive con ella desde la puerta de la habitación lo mira, incrédula.

El Señor
Dale mami, que si hacés bien la tarea
te ganás un par de pijazos.

Vejez prematura

Los signos de mi vejez prematura están apareciendo mas frecuententemente y de manera temerosa. Primero, decubrí que mi catarsis había pasado del alcohol a la jardinería, luego una usurpadora insistió en meterse en mi cuerpo y, por último, la semana pasada me levanté a las siete y media para ir a yoga.

Pero la revelación que tuve este fin de semana playero no se compara en lo más mínimo con los signos precedentes. Porque es una realidad: si yo callaba estas verdades sobre mi vejez prematura, todavía podia seguir haciendo el papel de adolescente tardía en el mundo exterior.

¡Qué recuerdos aquellos de la adolescencia! ¡Qué lindas las primeras vacaciones con amigas! ¡Qué dinda la peatonal de Villa Gesell durante la segunda quincena de enero! Todos esos recuerdos están siendo borrados y reemplazados por la idiosincracia de una señora mayor que me cambió las reglas de juego a la hora de ir a la playa.

Con las chicas, agarrábamos una lona, preparábamos el mate, guardábamos el Rayito de Sol factor -10, y salíamos llenas de felicidad a la playa. El sábado, antes de salir para la playa, me encontré preparando el bolso: lona, toallón, protector factor 30, cepillo para el pelo, dinero, libro, revista, termo y mate, yerba de repuesto, saquito para mi, saquito para el señor que vive conmigo y galletitas (2 paquetes porque somos de buen comer). Tuve que vaciar el bolso que había llevado para todo el fin de semana y así conseguir guardar todos mis petates.

Ya en la playa, la arena y las criaturas se convirtieron en inconvenientes imposibles de resolver. La arena, descarada, se pegaba en mis piernas e insistía en invadir mi terrirorio (lona). Y las criaturas viven en un universo paralelo en el que reina el caprichito pelotudo. No entiendo. ¿No existe manera de hacer que los niños callen? ¿Es necesario que lloren veinticinco minutos porque mamá no los deja ir a la China caminando? ¿Es menester que revoleen arena como si fueran cartas de un concurso de televisión? ¿Tienen que ponerse a cagar delante mio?

Antes, la rutina era la siguiente: llegábamos, estirábamos la lonita, nos poníamos bronceador (o aceite) sensualmente, y nos tirábamos a dormir hasta que anocheciera. Ahora, tras cinco minutos de estar tirada al sol, ya estaba aburrida. Sacaba el libro y no encontraba una posición cómoda para leer, lo guardaba, volvía a sacarlo, hacía mate, lo lavaba a propósito para cambiar la yerba, cambiaba la yerba, acababa el agua, me peleaba con los terratenientes del balneario porque no me dejaban usar el quiosco, volvía puteando, cebaba nuevos mates, iba a la orilla, me mojaba los pies, volvía porque hacía frío, me sentaba, me paraba, caminaba, y finalmente, luego de insistir dos horas, lograba que el señor que vive conmigo se despertara de su siesta eterna y me diera bolilla.

Pero hubo un detalle playero que me hizo estremecer y comprender que no hay vuelta atrás: soy una vieja y no hay nada que pueda remediarlo. Tipo siete y media de la tarde, cuando el sol no calentaba y el viento te volaba las ideas, cometí el siniestro que me enterrará de por vida en el universo geronte. Tras soportar que un grupo de adolescentes (todos lindos y cancheros) me pegaran cinco pelotazos, tomé la pelota, me levanté de la lona, caminé lentamente al mar, y les revoleé la pelota. “¿La querés? Andá a buscarla rápido, no sea cosa que termines como Alfonsina”. Y volví a mi lonita, con mi matecito, mis galletitas y mi revistita de crucigramas, a proponerle al señor que vive conmigo que al día siguiente compráramos un tejo, así no me aburría tantísimo.

martes, 27 de enero de 2009

La Revancha II

Instantáneas de una noche de verano

La ansiedad mató al gato
. El evento comenzaba a las once de la noche. Tipo ocho y media yo estaba toda maquillada, con un cinturón que me apretaba los pulmones y no me dejaba respiar, y practicaba alrededor de la habitación del hotel el mejor caminar con tacos y las sonrisas más auténticas. El señor que vive conmigo (y que me acompañó en el periplo) roncaba como una morsa. Cuando finalmente se levantó y se cambió, casi caigo desmayada: una vez mas se había puesto ojotas. Pero como esa era mi noche, lo único que me importaba era que el cabello no se me descontrolara.

La entrada triunfal. Once menos cinco estábamos en la puerta de La Normandina. Ahí recibí algunos mensajes de los bloggers amigos que decían que caerían tipo doce, doce y media. Evidentemente, no es muy cool llegar a los eventos a la hora pautada. El señor de la puerta tardó cinco minutos en encontrar mi nombre en la lista. Mientras tanto, yo imaginé que algún ser siniestro me había hecho una broma terrible en la que me hacía ir hasta ahí para no ponerme en la lista y que quedara en ridículo. Cuando estaba por ponerme a llorar, me encontró. Subí los mil escalones temblando. Sentí, por unos momentos, que realmente era una diva y que apenas pisara el salón principal, la música se apagaría, los reflectores me enfocarían, alguien me presentaría y todos morirían de amor por mi. En cambio, en el salón estaban el personal de maestranza instalando las luces, algunos modernos con poncho símil frazada y todas las promotoras.

La logia de las chicas en bolas. Por la tarde, mientras hacía el papel de vacacionante en la playa, me había contentado porque el 100% de las mujeres eran celulíticas. Incluso las flacas. Yo me sentía chocha con mis rollitos y mis pocitos. Pero por la noche, casi como vampiresas que buscan arruinarnos la vida, aparecieron todas estas mujeres perfectamente vestidas (o desvestidas, diría mi madre), maquilladas, bronceadas, peinadas y, por supuesto, carentes de pocitos y rollitos. Decidí ahogarme en el primer vaso de Sobe Rush, así que le pedí al señor que vive conmigo que me acompañara a buscar. Apenas llegó a la barra, el muy pancho se pidió un gin tonic. ¡Un gin tonic! ¿Entienden? La mina de la barra lo miró despectivamente (creo que hasta reparó en el detalle de las ojotas) y le dio una latita de energizante.

Marilyn Monroe. Cuando llegaron los bloguers amigos, yo estaba dispuesta a darles una excelente impresión (salvo a Conz, que ya me conoce y sabe que soy una gran mentira). De los nervios propuse salir a fumar un cigarrillo. Y cuando salimos al exterior, en ese micromundo marplatense donde reina el viento, se me subió el vestido hasta la nuca. En una mano tenía el cigarillo, y en la otra un vaso de SoBe Rush. La bombacha estaba deshilachada. Los blogers amigos se rieron tímidamente. Cuando logré reaccionar y bajarme el vestido, me volqué la bebida encima.

En el baño. La bebida es riquísima, y con tanto baile electrónico, me urgía ir al baño. Cuando llegué a la puerta, tenía veinticinco mujeres delante. Capitán Intriga, que es un primor de persona, se ofreció amablemente a acompañarme al baño de los muchachos. En el baño sucedieron dos acontecimientos que me traumarán de por vida:

• Mientras hacíamos la fila para entrar, percaté que un grupo de muchachitos estaba excitado. Eso no sería nada sorprendente, hasta que conmprendí el por qué de la excitación: en uno de los baños, tres chicas practicaban sexo lésbico mientras los muchachos las espiaban por debajo de la puerta.
• Cuando finalmente me tocó entrar al baño, calculé muy mal, y metí el vestido en el inodoro. No sé cómo pasó, pero pasó.

Bailes electrónicos. Para una Ramera, la música electrónica es incomprensible. Quiero decir, las Rameras entendemos de cumbia, y por ende no sabemos bailar ritmos modernos. Aun así, le puse una garra infinita y bailé como loca, hasta que llegó el grupo de la noche, los famosos Ratatat, y ahí se me terminaron las pilas. Yo no sé qué tendrán de grosos (de hecho algo deben tener porque la gente estaba contentísima), pero yo no los entendía. Uno de los muchachos emuló durante todo el recital a Kurt Cobain, acción que me hizo mear de la risa. Los bajos estaban tan a full que yo vibraba entera y por un momento pensé que me había agarrado un ataque de epilepsia.

El señor que vive conmigo, que estoicamente había soportado toda la noche mis reproches por el temita de las ojotas, me imploró que nos retiráramos. Así que me calcé las ojotas que había llevado en el bolso playero, y tranquilos, como si no hubiera pasado nada, como si le hubieran vuelvo a poner play a mi vida cotidiana, marchamos lento y tranquilos al hotel. Atrás dejamos el sexo grupal, los bloguers amigos, las chicas en bolas y mi deseo de ser una ignota diva.

En el camino, nos clavamos un par de choripanes.

lunes, 26 de enero de 2009

Preview

Sigo en Mar del Plata. Las olas y el viento no me están dejando volver, y yo no me estoy negando.

Mañana les cuento cómo me fue, pero les voy adelantando tres palabras claves para que se hagan una idea lo que fue mi noche:

  • Gin Tonic
  • Marilyn Monroe
  • Sexo grupal
Vayan imaginando.

jueves, 22 de enero de 2009

La Revancha I


Desde pequeña, tuve un oscuro deseo que pocas veces he revelado. La motivación que me hacía vivir cada día, era ser famosa. O no. Yo no quería ser famosa: yo quería ser Susana Giménez.

Amparada en la intimidad de mi habitación, me ponía un vestido de fiesta, me calzaba los zapatos de taco, me maquillaba como un payaso con Parkinson y daba rienda suelta a mi escaso talento musical y danzarín. Ensayaba poses de diva, hacía puchero frente al espejo y bailaba cada tema musical como si se me estuviera yendo el alma en esos minutos.

Algunos años más tarde, la vida me enseñó que las estrellas no son tímidas. Comprendí, entonces, que yo no daba con el target de diva que reinaba en el mundo. No sin frustración, renuncié a mi deseo de ser famosa, y me convertí en montajista y especialista en post producción. Sin embargo, frente a la camarita de la computadora, o al espejo del cuarto, sigo practicando poses de estrella mundial.

Pero hoy puedo jugarme la revancha. Las vueltas de la vida me dieron el beneficio de demostrar que puedo ser una ignota diva en medio de una megafiesta.

No me pregunten cómo fue (porque no registré el acontecimiento), pero estoy invitada a Mar del Plata, para asistir al SoBe Live Festival, un evento súper en el que se presentará el energizante SoBe Rush, que Quilmes está trayendo a la Argentina. Hay cientos de invitados (entre los cuales hay farándula argentina), música en vivo (por ejemplo va a estar Ratatat, que parece que la viene rompiendo), DJ' s varios (una tocaya mia, lo cual es buen indicio) , y espectáculos varios.

Ya preparé un vestido hermoso pero incomodísimo, y unos tacos de diez centímetros para ir a hacer las poses de diva que ensayé toda la vida. Van a estar presentes bloggers conocidísimos como Conz, Capitán Intriga (mi ídolo nacional) y Fabio. Con algunas latitas de energizante encima, creo que hasta puedo causarles una buena impresión. Agradezco a TercerClick y a Zanoni por haberme ayudado a recuperar la esperanza perdida.

El señor que vive conmigo lanzó dos dardos que me dolieron en lo más profundo de mis entrañas: “Seguro te caés delante de alguien conocido” y “Te apuesto que te volcás todo el energizante en el vestido”. Crucen los dedos para que no sucedan esas cosas.

Yo, con que no se me escape una teta, estoy más que conforme. Creo que soy capaz. Pero el lunes les cuento cómo me fue.

Problemín

Estoy de vacaciones.

Son las siete y media.

Acabo delevantarme para ir a yoga.

¿Qué carajo me está pasando?

¿Voy a sobrevivir?

Ayudenme. Gracias.

lunes, 19 de enero de 2009

Estimada comunidad de cucarachas

Con cierto desgano he aceptado compartir mi patio con ustedes, he dejado que caminen tranquilas entre las plantas y he permitido que me saquen el hipo con un susto de cuando en vez.

Ya no les grito como una frenética cuando las veo, ni me subo arriba de una silla hasta que el señor que vive conmigo las aplaste. A veces ni siquiera las piso. Las saco con la escoba y las dejo en libertad, para que se vayan a su hogar, dentro de las rejillas del mio. Incluso, la última vez que vino el fumigador, procuré no estar presente para no volver a envenenarlas y matarlas como si fueran una peste.

Me he portado bien con ustedes. He aprendido a convivir con su presencia, y no me quejo de sus múltiples apariciones en los lugares más inhóspitos de mi morada.

Pero hoy siento que me han defraudado. Hoy me siento traicionada. Porque una les da la mano, y ustedes se toman hasta el hombro. Porque me parece un descaro, una falta de respeto y de consideración, luego de todo lo que yo hecho por ustedes, queridas room mates, que ustedes, sin un ápice de vergüenza, se metan en mis zapatos.

Sépanlo, me traicionaron. Y en el hogar Ramero, la traición se paga con esa baba blanca que les sale cuando las aplasto. Cuídense.

Atentamente, M. (Una Ramera)

miércoles, 14 de enero de 2009

Querida gata barata

Yo sé que no vas a leer esto. No lo vas a leer porque ni siquiera sabés que existe. No tenés idea, como tampoco tenés idea de lo que te voy a decir.

Porque lo que quiero decirte, a vos ahora te parecerá una estupidez. Pero para mi, fue el trofeo de una guerra ganada, un trofeo que me acompañó todos estos años y que me recordó, cada vez que estaba a punto de caer, que yo también podía ganar.

Ojalá alguna vez en tu nimia vida entres acá de casualidad y te encuentres con mi foto retocada y, no sé, tal vez por las cejas, me reconozcas, te des cuenta quién soy y leas lo que tengo para decirte. Ojalá ese día llores como me hiciste llorar tantas veces.

A vos, que me robaste todos los chicos entre los quince y los dieciocho. A vos, gata barata, que ibas a moverle el ojete al chico que te decía que me gustaba un minuto después que te lo dijera. A vos, que me robaste el apodo, que me robaste descaradamente amigas inventando chismes que ni siquiera vos terminabas de encontrar verosímiles. A vos, que siempre terminabas boca a boca con el chico de mis sueños. A vos, queridísima gata barata, te digo que la única persona de la que te enamoraste, la única que miraste con ojos vidriosos, la única que te hizo aparecer mariposas en tu panza chata y perfecta, a vos te digo que el día que te pusiste de novia con el, ese mismo día, a metros tuyos, mientras te mirabas en el espejo del baño del boliche, en ese instante en que solo confirmabas lo perfecta y dichosa que eras, en ese segundo en que te sentiste tan plena y afortunada, en ese mismo segundo, el me declaraba su amor incondicional.

domingo, 11 de enero de 2009

Tres observaciones sobre el viaje en micro

1. ¿Quién decide qué poner en la bandejita de comida del micro? ¿A quién tengo que aporrear por ese diminuto sanguchito de sobras de pollo añejado y esa minúscula porción de pasta frola hecha con mermelada de frutillas?

2. Doña Rosa. El asiento del micro cama es diez centímetros más grande que el semi cama y te lo cobran un 50% más. No conviene.

3. Siempre me tocan las películas que pasarían un domingo a las tres de la tarde por canal 9 (sale mucho: adolescente embarazada, juicio, violación, abuso sexual, madre soltera, padre choborra y la infaltable inscirpición “Basado en hechos reales”). Al margen, la última vez que viajé en micro todavía pasaban VHS.

jueves, 8 de enero de 2009

Día modelo. Vacaciones Rameras

10 hs. Me levanto. No es el aire de las sierras lo que me hace abrir los ojos: el señor que vive conmigo ronca como loco.

10: 15 hs. Preparo el mate. Se me cae la pava al piso. Los señores y señoritas que duermen enroscados en el living cocina comedor se despiertan y me putean.

10: 30 hs. Bajo al quincho con el mate. Ahí me esperan mis suegros con un kilo y medio de criollos, manteca, dulce casero, jugo de naranja recién exprimido y ganas de charlar. Muchas.

10: 50 hs. Sigo atragantada con criollos.

11:10 hs. Bajan todos los demás. Comenzamos la charla nuestra de cada día vacacional: qué calor, vamos a la pileta, mejor al río, para qué termino el criollo, bancá que voy al baño. El señor que vive conmigo, que además de todo es un macho de ley, se calza unos Wrangler de los ´90, se roba mis lentes de sol, toma la motosierra y encara hacia el terreno para cortar árboles.

12 hs. Comienza el torneo de Clorogol. Jugamos singles. Pierdo.

12: 10 hs. El señor que vive conmigo vuelve derrotado: la cadena de la motosierra se ha salido y solo pudo cortar un árbol de los treinta y cinco que hay que sacar.

13 hs. Sigo perdiendo al Clorogol. Cuando se están por armar los equipos para los dobles, se me pide una cerveza. Me quedo sin equipo. Oficio de árbitro, pero como no me sé todas las reglas, cobro lo que se me canta.

14 hs. Hambre. Sale picada. Se planifica el almuerzo. Asado.

15 hs. Mates con criollos. Hay que comprar carbón. Me hago la boluda mientras empiezo a batir el cubilete para empezar una Generala. Ofrezco ferné y desaparezco en la cocina.

16 hs. En la Generala soy IMBATIBLE.

17: 30 hs. Comemos asado.

19 hs. Aun con los platos en la mesa, preparamos el mate y guardamos criollos. Salimos para el río.

19: 20 hs. Todos cruzan un vado inocentón para ir a unas piedras hermosas y soleaditas. Me agarra miedo y no voy. Me quedo del otro lado de la costa viendo cómo todos se divierten. 

20: 30 hs. Mientras caminamos al hogar pensamos qué cenar.

21: 30 hs. Tomamos cerveza y ferné. Seguimos pensando qué cenar. Añadimos bondiola y queso a las bebidas.

23 hs. Guiso.

00: 30 hs. Vamos al río. Me dan miedo las calles oscuras. Siento que hay duendes, extraterrestres, viejos locos, gatos malos y el Gauchito Gil.

02 hs. Volvemos al quincho. Alguien propone cerveza. Aceptado. Alguien propone generala. Aceptado. Alguien propone tirarse a la pileta. Se lo trata de pelotudo. Denegado.

04 hs. Nos retiramos a nuestros aposentos. Me acuesto y me quedo dormidísima. El señor que vive conmigo me despierta para mostrarme los músculos que sacó cortando árboles. Caigo rendida a sus pies.

lunes, 5 de enero de 2009

Huéspedes

Hoy por la mañana llegué de mis hermosas aventuras cordobesas. Me recibieron un mensaje de los señores de la interné diciendo que soy una deudora inmunda y que me van a venir a pegar si no pago pronto.

Pero además, cuando llegué a la cocina de casa, me encontré con una para nada grata sorpresa: excremento de rata sobre la mesada. Quisiera morirme en este instante.