martes, 28 de septiembre de 2010

La boluda justiciera I

(o de cómo un día me harté de esa impunidad obscena con la que se manejan los viejos que se creen que porque son viejos pueden hacer lo que se les cante y nadie puede decirles nada porque "pobre, dejalo, es viejito").

1. Exterior. Día. Camino detrás de una vieja impune. La vieja lee un papel, lo abolla y lo tira al piso.

M
¡Señora! ¡Señora!

La vieja impune se da vuelta, yo sonrío.

M (señalando el lugar del bollo de papel)
¡Mire, se le cayó un papelito!

Vieja impune
...

M
Ese, mire, ¿no lo tenía en la mano?
Yo la vi, justo se le cayó.

Vieja impune
...

M (agachada agarrando el papel)
Tome, éste, guárdelo, que no se le
vaya a caer de nuevo eh.

La vieja impune se comporta como si estuviera escuchando a una loca. No agarra el papel, pero tampoco se mueve, como si mi presencia la llenara de terror, como si la paralizara mi ímpetu justiciero y vengador.

Vieja impune
No, pero no se me cayó.

M
¿Cómo que no?
No lo habrá tirado a propósito, ¿no?
Eso no se hace, señora.
(el acento en "señora" es verdaderamente intimidante)

Vieja impune
...

M
Tome, llévelo.
Desde acá estoy viendo un tacho de basura.
Allá, el naranja, ¿lo ve?
(el énfasis en "¿lo ve?" es verdaderamente terrorífico)

La vieja impune agarra el papel de mala gana, como cuando retás a una criatura y acepta el castigo de manera lastimosa. Yo me siento el terror de Almagro, la superheroína mas linda del universo, la mas viva, la mas ganadora, la mas inteligente, la que mete mas miedo, la mas todo. Mientras me siento la representación del poder en la tierra y "si quiero te puedo cambiar el mundo", la vieja impune, que se había alejado unos pasos, se vuelve hacia mi, camina hacia donde estoy yo parada, y cuando está a dos pasos, me tira el papel a los pies.

Vieja impune
Uh, se me cayó de nuevo.

Y se va, caminando rapidito, con toda su impunidad a cuestas. Agarro el papel, y pienso si seguir o no seguir. Ya estoy cansada. Todos los superhéroes nos merecemos un descanso. Guardo el papel en mi bolso, camino atrás de la vieja, y cuando paso por al lado suyo, con el restito de fuerza que me queda, le canto la posta: "¡Vieja sucia!".

Ni siquiera se dio por aludida, la muy chota.