martes, 5 de agosto de 2008

El Bolichero II

El plan era fantásticamente perfecto: nos poníamos a hablar con Agustín, un amigo de Arielito que se había chapado a una conocida nuestra, le decíamos que me hiciera gancho con Arielito, él iba y le decía a Arielito que yo gustaba de él, Arielito me miraba de lejos, yo me hacía la tonta, el se enamoraba, venía, me sacaba a bailar, me declaraba su amor y nos poníamos de novios. En algunos años nos casábamos, teníamos hijos preciosos y éramos felices mientras comíamos perdices. Todo cerraba.

El plan funcionaba perfectamente. Hacía rato que hablábamos con Agustín de bueyes perdidos, hasta que mi amiga decidió por unanimidad que había que pasar al siguiente paso. Guiño, guiño. Esa fue la señal para que yo me alejara y ella hablara de lo importante con Agustín. Le contó del amor incondicional que yo sentía por Arielito. Yo me hacía la tonta, unos metros al costado, como si no supiera qué estaba diciendo mi amiga. Vi que Agustín se alejaba y dejé de verlo por unos segundos. Después reapareció. Estaba con Arielito. Le decía algunas cosas. Yo trataba de no mirar pero mi ansiedad podía más. Arielito me miró, y se volvió hacia Agustín. Le dijo algo al oído, Agustín le respondió. Así estuvieron unos segundos que a mi me resultaron eternos. Quería entender de qué hablaban pero la lectura de labios no era mi fuerte. De vez en cuando veía algo así como una mueca negativa de Arielito. “Seguramente le está preguntando alguna otra cosa”. Finalmente empezaron a caminar hacia donde estábamos nosotras. Yo lo veía acercarse y sentía que las piernas se me aflojaban, la música se apagaba y en el mundo solo estábamos el y yo. Cuando llegó junto a mi me dio la mano y empezamos a bailar “El campanero” de Los Palmeras. Yo no podía de la alegría y los nervios. El miraba hacia cualquier lado y bailaba mucho más mecánicamente que siempre. Empecé a sospechar, por sus bostezos reiterados, que no tenía tantas ganas de estar ahí como yo. Me acerqué a su oído y le pregunté algunas gansadas del tipo “¿De qué signo sos?”. Él respondía con monosílabos y siempre mirando a Agustín que, unos metros hacia la derecha, se chamuyaba a mi amiga. Terminaba el tema y yo moría por saber si el gran momento del primer beso estaría llegando. Cuando terminó la horrenda canción lo miré y le pregunté si quería seguir bailando. Me soltó las manos lentamente. Yo estiraba los brazos para que el no terminara de soltarme. Pero a pesar de eso me soltó, impiadoso y cruel, sin mirarme, sin contestarme… y se fue. Yo quedé en el medio de la pista, sola y desamparada, viendo como se alejaba el amor de mi vida. “Es un pelotudo”, escuché a mi amiga que le había echado fly a Agustín y estaba ahí haciéndome el aguante. Lloré desconsoladamente en el baño con mi amiga al lado. Me corrí todo el maquillaje y amenacé con cortarme las venas (qué momento extremo se vive tras una frustración amorosa). Una hora más tarde yo seguía llorando, pero era la hora de ir a dormir. Salí del baño y lo vi, a lo lejos, bailando en el parlante el mismo tema que antes había bailado conmigo, con su flequillo y sus anteojos, con toda su perfección a cuestas.

El sábado siguiente volvimos al boliche. Lo busqué por todos lados pero no lo encontré. Durante la semana hice las averiguaciones correspondientes y me enteré que otra vez había cambiado de boliche. Pero el nuevo era tan pero tan tumba que nuestros padres siempre protectores no nos permitieron ir.

Lo busqué por el barrio, por las plazas y hasta fantaseé con encontrármelo en algún recital o en algún futuro lejano, en el que nos veríamos y yo me volvería a enamorar y él se daría cuenta cuánto se equivocó la primera vez que bailamos juntos, y me amaría hasta el fin de nuestros días.

Lo cierto es que nada de esto ocurrió y yo no volví a ver a Arielito nunca más. Con el tiempo, por supuesto, la calentura atómica se me pasó, aunque de vez en cuando me acuerdo de sus ojitos, o de su polerón, o de la vez que bailamos. Ahora lo hago con ternura hacia mi misma y sin un mínimo grado de calentura hacia él. Me acuerdo más del estado de enamoramiento que él producía en mi, que de él mismo.

Hace algunas semanas, mientras estaba en mi otro trabajo, escuchaba una locución en italiano. De repente escucho al locutor diciendo el apellido de Arielito. Atolondrada, rebobino y vuelvo a escucharlo. Entonces busco en el guión para saber qué significaba su nombre. “Cerdo” era el resultado. Me reí en voz baja, socarronamente, y seguí trabajando.

Sin embargo, el recuerdo de Arielito me despertó la necesidad de saber qué era de su vida. Lejos de cualquier investigación obsesiva para la que ya no estoy, llamé a otra amiga, que siempre fue vecina del muchacho. Luego de hablar largo rato (hacía muchísimo que no cruzábamos relato oral) le pregunté si sabía algo de la vida del cerdo. Mi amiga se rió a carcajadas primero, no pudiendo creer que tantos años después yo le siguiera preguntando lo mismo. Luego, se puso un poco más seria y dijo: “Arielito está juntado con una gorda mal teñida, tiene seis hijos bochornosos y está desempleado. De lo que conocías le quedan solo los ojos, aunque se los tapa con anteojos. Se babea y dice incoherencias mientras camina medio desorientado por el barrio. Es que parece que ahora le da al paco. Qué bueno que nunca te dio bola. Imaginate si terminabas como el espanto que tiene de mujer…”

Mientras mi amiga me decía eso yo sonreía interiormente con un alto grado de culpa. Lo que me contaba mi amiga era tristísimo y jamás se lo desearía a nadie. Pero la enana de adentro se mataba de la risa, disfrutaba y se regocijaba con cada palabra que escuchaba.
Esa noche me quedé un rato pensando en el cerdo.

Lo imaginé feo, mal vestido y mal oliente, con la misma ropa que usaba cuando éramos adolescentes, pero con olor a pis estacionado y manchas de lavandina. Imaginé que su mujer tenía el pelo grasoso a grosso modo, se vestía con batones y salía con una escoba carcomida y los seis críos a limpiar la vereda y chusmear sobre los vecinos. Imaginé que sus críos tendrían nombres del tipo: Yoni, Beba, Chulo, Chucho o Pitulina. Los imaginé sucios, con mocos barrosos cayendo de la nariz y la ropa roída por las ratas. Feos y tontos. Y a él, pobre, a él lo imaginé resignado, como un pobre infeliz.

Entonces aparecía yo, divina, caminando por el barrio. Cuando nos cruzábamos él me reconocía. Nos mirábamos unos segundos. Me acercaba a su oído y de la misma manera que hace muchos años le había preguntado el signo, esta vez le decía: “Esto te pasa por no haberme dado pelota, Arielito”. El me miraba sin entender mucho y yo me alejaba. Impiadosa y cruel, disfrutando de la desgracia de tener esa horrible familia y esa espantosa vida. Yo me alejaba. El se quedaba ahí. Tarado, como siempre.

“Cerdo”.

17 comentarios:

LuLú dijo...

Juaaaaa sos una grossa! Tan bien contado encima que fue como estar ahí
Quien dijo que las mujeres somos vengativas?? Naahh jajajaja
Besos!

Luciano Saracino dijo...

Ojo; que los hombres también pasamos por este tipo de cosas.
Hay dos conclusiones (como mínimo) para sacar al respecto:
1) los terceros hacen mierda las posibles historias de amor (nada peor que un amigo/a para "hablarle bien de uno" al sujeto a conquistar).
2) aunque suene feo, es la verdad: nos alegramos cuando aquellos/as que nos rompieron el corazón les fue mal en la vida, simplemente, por no habernos elegido.

Anónimo dijo...

Me imagine a los hijos de Arielito con nombres como :
Brian
Jennifer
Jonathan
Axel
Kevin
Johana
De lo que te salvaste!!!!

PerSe dijo...

minimo una foto del chancho pedorro

johi dijo...

a) quiero foto del cerdo
b) viste? no hay mal q x bien no venga =P...

Leo dijo...

Mas interesante la segunda parte del relato que la primera, al menos tuvo un desenlace mucho mejor.

Ahora si, pasemos a lo importante, la posible lista de los horribles nombres de los hijos:

Maxi (for sure)
Ailen
Jonathan
Milagros
Jesús
Nancy

El Chancho dijo...

frente al mar: ojo, el nombre Brian se pronuncia brián, y no Briaan.
Ramera: yo pense q el chabon terminaba reparando parlantes o bailando en la puerta del boliche pero no tan hecho mierda, pobre loco
siempre pasa q los galancitos juveniles se hacen pedazos y los adefesios vamos mejorando, lo mismo o algo similar pasa con las minitas que estaban buenas en el colegio...
que calidad que tenes para lograr formar en mi mente todas las imágenes de lo que relatas, grossa grossa

Yoga Vasistha dijo...

JEJEJEJEJJEJE... eeso fue una novela de TELEFE de las 2 de la tarde del verano del 92... aunque perfectamente contada...
Hacia mucho que dos posteos largos no me enganchaban hasta el final...

JuLiEtA dijo...

jajajaja muy buena historia. Cómo he deseado esos momentos de justicia! Cómo he deseado vidas infelices! Los terrible es que los que yo he rechazado, deben estar haciendo exactamente lo mismo que yo... y si termino con un adefesio y Brandon y Brian como hijos!!!!!!

Andre dijo...

Ja! Buenísimo!!! Pobre Arielito!!! (bué "pobre")
Ya te dije, a mi tb me dio cosita por alegrarme que el "amor de mi vida" desde los 14 hasta los 18 se había peleado con su novia y con su amiga, por culpa mía 4 ó 5 años después de la última vez que lo vi ...
Nunca jamás me volví a cruzar con él. Ahora si te digo que no me alegro por lo sucedido y que no me gustaría chocarmelo caminando por Sta Fe, te miento taaanto!

El gato vagabundo dijo...

¿Viste que iba a terminar siendo un grasa?

Mal hecho arielito, a una ramera no se le niega un beso.

maru dijo...

Lulu, todas nos hacemos las buenas, pero en el fondo somos perras perrísimas.

Lucho, a esta altura de mi vida ya no estoy para que mis amigas hablen por mi, pero en ese momento era la UNICA opcion!! COn respecto al punto 2, totalmente.

Frentealmar, yo me los imagino más como entes con sobrenombres pero no nombres, se entiende?? De lo que me salvé, realmente!

Perse, ni en pedo!!

Johi, no hay mal que por bien no venga. Eso es más que cierto.

Leo, a mi también me gusta esta parte más que la primera. Aunque no sé si el desenlace es tan bueno!

yz, por eso yo estoy cada vez más bonita. Me llegó muy tarde la belleza...

Amigos del duende, me odié por hacerlo tan largo, pero me daba mucha lástima acortarlo!! Todas las novelas son iguales!!

Juliet@, jamás terminarás así. Sabelo. Yo me sentía medio chota, pero veo que somos todos iguales!!

Daria, si llegaras a decir que no te alegras en la cara se notaría la mentira!! Alegrarse un poqito... no para nada, nadie dice que va a salir a festejar porque al otro le fue mal!!

Gato, mal hecho Artielito. Tú lo has dicho

Besos y gracias por pasar!

Elio Puntieri dijo...

Y... ¿nunca se te dió por pensar que en realidad el Cerdo ahora es presidente de una multinacional -capaz es el "Ariel" de "Ariel Futur"- y capaz tu amiga te dijo todo eso para que no te deprimieras?

Perdón, qué mala gente que soy.

maru dijo...

Waitman, si Arielito fuera el presidente de una multinacional yo también sentiría pena por él. Otro tipo de pena, pero aún así seguiría agrdeciendo que no me diera bola.

Beso!

Nati Alabel dijo...

Aaah esto me recuerda a algo que tengo que contar en mi blog algún día. Pero tiene que ver con el chico de séptimo que no me dio bola, y del que años más tarde supe que su novia lo cuerneaba a diestra y siniestra.

maru dijo...

Natalia, déle, sea buen y cuente!!

Anónimo dijo...

Pero no dijiste que bailaste en el parlante con el??