Los signos de mi vejez prematura están apareciendo mas frecuententemente y de manera temerosa. Primero, decubrí que mi catarsis había pasado del alcohol a la jardinería, luego una usurpadora insistió en meterse en mi cuerpo y, por último, la semana pasada me levanté a las siete y media para ir a yoga.
Pero la revelación que tuve este fin de semana playero no se compara en lo más mínimo con los signos precedentes. Porque es una realidad: si yo callaba estas verdades sobre mi vejez prematura, todavía podia seguir haciendo el papel de adolescente tardía en el mundo exterior.
¡Qué recuerdos aquellos de la adolescencia! ¡Qué lindas las primeras vacaciones con amigas! ¡Qué dinda la peatonal de Villa Gesell durante la segunda quincena de enero! Todos esos recuerdos están siendo borrados y reemplazados por la idiosincracia de una señora mayor que me cambió las reglas de juego a la hora de ir a la playa.
Con las chicas, agarrábamos una lona, preparábamos el mate, guardábamos el Rayito de Sol factor -10, y salíamos llenas de felicidad a la playa. El sábado, antes de salir para la playa, me encontré preparando el bolso: lona, toallón, protector factor 30, cepillo para el pelo, dinero, libro, revista, termo y mate, yerba de repuesto, saquito para mi, saquito para el señor que vive conmigo y galletitas (2 paquetes porque somos de buen comer). Tuve que vaciar el bolso que había llevado para todo el fin de semana y así conseguir guardar todos mis petates.
Ya en la playa, la arena y las criaturas se convirtieron en inconvenientes imposibles de resolver. La arena, descarada, se pegaba en mis piernas e insistía en invadir mi terrirorio (lona). Y las criaturas viven en un universo paralelo en el que reina el caprichito pelotudo. No entiendo. ¿No existe manera de hacer que los niños callen? ¿Es necesario que lloren veinticinco minutos porque mamá no los deja ir a la China caminando? ¿Es menester que revoleen arena como si fueran cartas de un concurso de televisión? ¿Tienen que ponerse a cagar delante mio?
Antes, la rutina era la siguiente: llegábamos, estirábamos la lonita, nos poníamos bronceador (o aceite) sensualmente, y nos tirábamos a dormir hasta que anocheciera. Ahora, tras cinco minutos de estar tirada al sol, ya estaba aburrida. Sacaba el libro y no encontraba una posición cómoda para leer, lo guardaba, volvía a sacarlo, hacía mate, lo lavaba a propósito para cambiar la yerba, cambiaba la yerba, acababa el agua, me peleaba con los terratenientes del balneario porque no me dejaban usar el quiosco, volvía puteando, cebaba nuevos mates, iba a la orilla, me mojaba los pies, volvía porque hacía frío, me sentaba, me paraba, caminaba, y finalmente, luego de insistir dos horas, lograba que el señor que vive conmigo se despertara de su siesta eterna y me diera bolilla.
Pero hubo un detalle playero que me hizo estremecer y comprender que no hay vuelta atrás: soy una vieja y no hay nada que pueda remediarlo. Tipo siete y media de la tarde, cuando el sol no calentaba y el viento te volaba las ideas, cometí el siniestro que me enterrará de por vida en el universo geronte. Tras soportar que un grupo de adolescentes (todos lindos y cancheros) me pegaran cinco pelotazos, tomé la pelota, me levanté de la lona, caminé lentamente al mar, y les revoleé la pelota. “¿La querés? Andá a buscarla rápido, no sea cosa que termines como Alfonsina”. Y volví a mi lonita, con mi matecito, mis galletitas y mi revistita de crucigramas, a proponerle al señor que vive conmigo que al día siguiente compráramos un tejo, así no me aburría tantísimo.
Pero la revelación que tuve este fin de semana playero no se compara en lo más mínimo con los signos precedentes. Porque es una realidad: si yo callaba estas verdades sobre mi vejez prematura, todavía podia seguir haciendo el papel de adolescente tardía en el mundo exterior.
¡Qué recuerdos aquellos de la adolescencia! ¡Qué lindas las primeras vacaciones con amigas! ¡Qué dinda la peatonal de Villa Gesell durante la segunda quincena de enero! Todos esos recuerdos están siendo borrados y reemplazados por la idiosincracia de una señora mayor que me cambió las reglas de juego a la hora de ir a la playa.
Con las chicas, agarrábamos una lona, preparábamos el mate, guardábamos el Rayito de Sol factor -10, y salíamos llenas de felicidad a la playa. El sábado, antes de salir para la playa, me encontré preparando el bolso: lona, toallón, protector factor 30, cepillo para el pelo, dinero, libro, revista, termo y mate, yerba de repuesto, saquito para mi, saquito para el señor que vive conmigo y galletitas (2 paquetes porque somos de buen comer). Tuve que vaciar el bolso que había llevado para todo el fin de semana y así conseguir guardar todos mis petates.
Ya en la playa, la arena y las criaturas se convirtieron en inconvenientes imposibles de resolver. La arena, descarada, se pegaba en mis piernas e insistía en invadir mi terrirorio (lona). Y las criaturas viven en un universo paralelo en el que reina el caprichito pelotudo. No entiendo. ¿No existe manera de hacer que los niños callen? ¿Es necesario que lloren veinticinco minutos porque mamá no los deja ir a la China caminando? ¿Es menester que revoleen arena como si fueran cartas de un concurso de televisión? ¿Tienen que ponerse a cagar delante mio?
Antes, la rutina era la siguiente: llegábamos, estirábamos la lonita, nos poníamos bronceador (o aceite) sensualmente, y nos tirábamos a dormir hasta que anocheciera. Ahora, tras cinco minutos de estar tirada al sol, ya estaba aburrida. Sacaba el libro y no encontraba una posición cómoda para leer, lo guardaba, volvía a sacarlo, hacía mate, lo lavaba a propósito para cambiar la yerba, cambiaba la yerba, acababa el agua, me peleaba con los terratenientes del balneario porque no me dejaban usar el quiosco, volvía puteando, cebaba nuevos mates, iba a la orilla, me mojaba los pies, volvía porque hacía frío, me sentaba, me paraba, caminaba, y finalmente, luego de insistir dos horas, lograba que el señor que vive conmigo se despertara de su siesta eterna y me diera bolilla.
Pero hubo un detalle playero que me hizo estremecer y comprender que no hay vuelta atrás: soy una vieja y no hay nada que pueda remediarlo. Tipo siete y media de la tarde, cuando el sol no calentaba y el viento te volaba las ideas, cometí el siniestro que me enterrará de por vida en el universo geronte. Tras soportar que un grupo de adolescentes (todos lindos y cancheros) me pegaran cinco pelotazos, tomé la pelota, me levanté de la lona, caminé lentamente al mar, y les revoleé la pelota. “¿La querés? Andá a buscarla rápido, no sea cosa que termines como Alfonsina”. Y volví a mi lonita, con mi matecito, mis galletitas y mi revistita de crucigramas, a proponerle al señor que vive conmigo que al día siguiente compráramos un tejo, así no me aburría tantísimo.
22 comentarios:
"tomé la pelota, me levanté de la lona, caminé lentamente al mar, y les revoleé la pelota."
Que mala onda!!!!
BIENVENIDA!!!!!!!!!!
(un viejo, ya no tan prematuro)
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii Ramera, uno es viejo en la década de los 20...y que?????
Los adolescentes cancheros todavía deben estar pensando quien es Alfonsina...
Jjeee, buenisimo el blog!
Una sola acotacion, no es vejez, es añejamiento!
Me encanto la pluma que tenes che
No es tan de Vieja lo tuyo.
Los que vivimos en MdP contamos con un elemento indispensable: la Reposera (de aluminio es lo mas) porque la lona Si es incomoda.-
Y los niños joden a todos, no importa la edad.-
Ahí está!!! Basta de divismos.
Quejarse, pelear e insultar: esa es la que va.
Juaaaaaaaaaaaa!!!!
Sí, totalmente Julieta tiene razón .. deben estar pensando quién es Alfonsina si todavía no pasaran por el cyber y googlearon las palabras "Alfonsina + mar" ....
Y ésta es la Ramera que queremos!!!
Nada de bebidas extravagantes ni músicos que sólo son conocidos por sus pàdres .... estoy con Diego, queremos a la Ramera quejosa y mala onda!!!
“¿La querés? Andá a buscarla rápido, no sea cosa que termines como Alfonsina”. jajajjaa
Mas alla de eso, me preocupas, sabelo!
O sos una obsesiva compulsiva, o yo muy colagda, pero ni en pedo, preparo todo el bolso como lo hiciste vos, yo con mi lona, mis gafas, mi camerita y mi 1/2 pomelo (que eso redondea el combo con plata y celular, capaz), estoy lista!!
La vejez prematura se manifiesta de muchas formas.
Como intentar una excursión deportiva con un menor de 10 años, léase jugar a la paleta en la arena, y a los 7 minutos ensayar una salida decente a dicha locura del estilo "mejor vamos para la sombrilla que el sol está jodido y te puede hacer mal".
Es un bajon pero la intolerancia a los pendejos la estoy padeciendo, no te preocupes, todos llegamos a viejos................(no se si es mejor llegar o pegarse un tiro antes)
jaja.. me hiciste reir un cachito...
Ni hablar de cuando uno lleva la sombrilla y se levanta bien temprano para volverse a las 11, ni un minuto más...
perse: toda la mala onda!!
claudio: vos le haces esas cosas a los adolescentes tambien??
julieta: a mi me preocupa un poco!!
martin efe: muchas gracias y bienvenido!!
frentealmar: explicame, por favor, cómo carajo hacen para tolerar esa horda de turistas estúpidos. yo los iría a matar a todos!!
diego: vos decis? ya parezco mi madre!!
daria: me sale quejarme solamente!! un bajon!
johi: vos sos re top, yo soy doña rosa
mariano: todo sea por el bien de las criaturas!!
andre: pero estas crituras eran todas insoportables!!
lucas: un cachito? se supone que eso es un halago???
hagamos ohm: sos mis padres!! yo hago eso cuando vacaciono con ellos. tambien jugamos a la generala,
besos!
jaajajajaj estas en el horno eh
no estás chota...sos normalita...
escuchando Babasonicos - Jessico - 03 - Delectrico
shugo: gracias! al fin alguien me dice la verdad!!!
iluso: ¿vos también sos así de normalito?
para q fuera igual a mi estadia playera te falta algo:
"te meas cada 20 minutos y te da frio meterte en el mar"
Esas y peores. Eso sí: Siempre dentro de un marco legal... jijijiji
claudio, así me gusta. que sea un legal.
nop.,..yo estoy choto...sabelo...
escuchando blablabla por fm la boca
Yo lo llamo hinchapelotez crónica progresiva.
Y deberia agregar irreversible.
Alea jacta est, mi vieja M!
viejex: me hiciste llorar!!
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